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lunes, 2 de marzo de 2015

En el final del sendero..

Escribo estas líneas de madrugada, cuando me gusta escribir, cuando las luces tenues del día se han apagado, cuando la esperanza del alba se vislumbra a unas pocas horas. El silencio envuelve todo y mis pensamientos fluyen rápido. Faltan dos meses y medio para acabar mi especialidad, para cerrar la etapa de médico residente y comenzar otra nueva, para abandonar rincones que ahora amo, para abandonar las inseguridades de los primeros meses, la prepotencia de los primeros años, y la sensación de estar aún en formación mezclada con un sentimiento de haber aprendido, saber que soy muy diferente a como era en muy poco tiempo. Cuando comencé a formarme como residente todo era nuevo, todo era posible, tenía un pensamiento sobre la medicina como algo casi milagroso... El tiempo te hace descubrir los límites, pero tras casi cuatro años puedo decir que sí, es un milagro. Tener la oportunidad de vivir los mejores y peores momentos de seres humanos que necesitan ayuda, ser capaz de ver dónde esta el problema y participar en su resolución, es tan hermoso... También he vivido la frustración del "no podemos hacer nada", que mis queridas maestras en cuidados paliativos me demostraron hace poco que no es verdad... "siempre se puede hacer algo". He vivido el saber que nunca sabemos suficiente, que siempre se puede hacer más, que es un trabajo infinito, inagotable, el ser humano, el paciente, siempre está ahí... hay mucho que hacer, hay que educar en salud, hay que revisar publicaciones, hay que trabajar duro, como si fuéramos inmortales... pero también debes vivir tú, cómo si no vamos a entender a la gente? Que sensación más increíble cuando alguien te mira a los ojos y te muestra el agradecimiento más genuino, que sensación más frustrante cuando sólo queda resignarse, cuando descubres un día que podrías haber visto algo y no viste porque eras un r1, o cuando tu propio físico te demuestra que aunque te creas una máquina sólo eres una persona, que necesita dormir, comer... Inacabables guardias, cientos de personas, consultas repletas, sensación de estar en una trinchera luchando contra un enemigo superior, la muerte y la enfermedad... no puede haber ningún fallo, a tu lado tu equipo, otros como tú, y jefes que te guían para que te enfrentes con todo tu potencial contra el sufrimiento humano. Cuantas caras hemos visto, cuantos quebraderos de cabeza... ¿le pido esta prueba? ¿ y si tiene esa enfermedad?¿le dejo o le doy el alta?... He participado en sociedades científicas, he publicado en congresos y revistas, he ayudado a otros residentes y estudiantes en sus primeros pasos en este mundo enorme y fascinante, he acertado y me he equivocado, he sufrido, reído a carcajadas, sangrado incluso, sudado cada pijama y hoy cuando poco queda para el ocaso de esta etapa de mi vida me siento aún con ansia de aprender más de conocer, de rotar, de seguir entendiendo la vida y cómo a veces eses regalo maravilloso está en peligro por la enfermedad. Estas líneas escritas en la oscuridad de una noche cálida de marzo en mi habitación puede que para muchos sean sólo eso, palabras, pero para quien haya estado junto a nosotros trabajando, los médicos residentes, o nos haya mirado con esperanza, miedo, resignación u otros sentimientos desde una camilla de hospital o en las consultas, quizá las entienda. Doy gracias por haber tenido la oportunidad de formarme como Médico, de ser un MIR, de haber visto milagros, de compartir penas y glorias con mis compañeros de trinchera. Por todo ello, si vas a elegir especialidad pronto, si eres un Médico que acaba de hacer el MIR y buscas información, si quieres hacer medicina como carrera, piénsalo bien, es durisimo, verás lo mejor y lo peor del ser humano. Pero es fascinante, tendrás la oportunidad de ser quien marque la diferencia.